24 de Noviembre, 2023
Como lo hemos visto anteriormente, la resistencia a los antimicrobianos (RAM) es un fenómeno natural en el que los microorganismos (bacterias, virus, parásitos y hongos) modifican su genética, lo que les permite ser cada vez más resistentes a la acción de los medicamentos antimicrobianos. Aunque se trata de un proceso natural, el uso inadecuado y excesivo de antibióticos acelera su desarrollo e intensidad, de manera que hoy en día, la RAM se ha convertido en una amenaza para la salud mundial.1
Como consecuencia de esta resistencia, algunas infecciones comunes, pero potencialmente mortales como la neumonía y las infecciones postoperatorias, así como el VIH, la tuberculosis y la malaria, son cada vez más difíciles de tratar. De no controlarse, este fenómeno puede tener consecuencias significativas a nivel social, económico y de seguridad sanitaria.1
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la adherencia terapéutica es “el grado en que el comportamiento de una persona se corresponde con las recomendaciones acordadas de un prestador de asistencia sanitaria”. Esta adherencia en los países de ingresos altos es del 50% y es aún menor en los países de ingresos medios y bajos debido a la escasez de recursos y las inequidades en el acceso a la atención en salud.2
El propósito de la adherencia es que las personas participen activamente en su tratamiento, cumplan con las citas de control y realicen cambios en su estilo de vida; en contraste, la falta de adherencia a los tratamientos médicos, especialmente en enfermedades crónicas, causa complicaciones tanto médicas como psicosociales, reduce la productividad y calidad de vida2 y contribuye al aumento y propagación de la resistencia microbiana.
Debido a esta falta de disciplina en el tratamiento, en ocasiones los médicos implementan estrategias –como regaños o advertencias– que no contribuyen al mejoramiento de la salud, ni a la relación médico-paciente, pues solo predisponen al paciente a mentir sobre el cumplimiento de las recomendaciones –afirmando un correcto uso de los medicamentos– lo que lleva a la auto y polimedicación, la resistencia medicamentosa y mayores gastos.2
El uso correcto de antibióticos, por ejemplo, debe ser en las cantidades descritas en la prescripción realizada por el personal de salud, así como en las dosis requeridas y en el tiempo estipulado.3
Por ello, y para recuperar la efectividad de los antibióticos frente a las bacterias, es necesario seguir las siguientes recomendaciones:3
- Solo tomar antibióticos si son recetados por el médico. Nada sustituye la consulta con un médico ya que solo él puede conocer a profundidad cómo funciona nuestro cuerpo frente a los microorganismos.
- La automedicación puede tener riesgos para la salud. Tomarlos en momentos innecesarios puede dar lugar a mayores complicaciones en el tratamiento de enfermedades futuras.
- Tomar el antibiótico tal como se recetó y por el tiempo indicado. Los medicamentos están diseñados para tratar enfermedades específicas y el médico conoce cuál es el más efectivo para tratar cada enfermedad.
- Aumentar la dosis de antibiótico no nos mejora más rápido, pero sí aumenta el riesgo de efectos secundarios.
- Si los síntomas de la infección persisten, no se debe prolongar el uso del antibiótico, sino consultar a un médico.
- Los antibióticos solo sirven para infecciones causadas por bacterias.
- Los antibióticos no curan infecciones causadas por virus como el de la gripa.
- Los antibióticos no previenen el contagio de la gripa ni de otros virus.
- No se deben compartir antibióticos con familiares o amigos.
- No deben darse antibióticos a mascotas, pues ellos requieren ser vistos por el veterinario en caso de necesitarlos.
- El mal uso de los antibióticos ocasiona bacterias más resistentes. Esta resistencia prolonga las estancias hospitalarias, se incrementa los costos médicos y que aumenta la mortalidad.
- El lavado de manos frecuente evita el contagio de virus y bacterias.
Consulte a su médico.
Código GCMA: PP-ZVA-MEX-0670
