02 de Febrero, 2023
El trastorno del espectro autista (TEA) es una variación del desarrollo del cerebro, que modifica la manera en la que una persona percibe y socializa con otras, lo que causa alteraciones en la interacción social y la comunicación.1
El término “espectro” se refiere a un amplio abanico de manifestaciones y gravedad, comprendiendo variaciones que anteriormente se consideraban independientes, como el autismo, el síndrome de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil y una forma no especificada de trastorno generalizado del desarrollo.1
Cabe señalar que el TEA inicia en los primeros años de la infancia. En esta etapa, algunos niños pueden presentar signos como menor contacto visual, falta de respuesta cuando los llaman por su nombre o indiferencia ante las personas responsables del cuidado. Otros se desarrollan normalmente durante los primeros meses o años de vida, pero después pueden volverse introvertidos o agresivos, o perder habilidades de lenguaje que habían adquirido. En general, los signos se observan a los dos años.1
El origen
- Se calcula que, en todo el mundo, uno de cada 100 niños es autista. Este cálculo representa una cifra media, ya que la prevalencia varía considerablemente entre distintos estudios. 2 A pesar de que no hay una única causa conocida, si se considera la complejidad de cada trastorno y el hecho de que los síntomas y la gravedad varían, probablemente haya muchas causas. La genética y el medio ambiente pueden influir.1
Así que, en la etiología (origen) del autismo existe una importante influencia genética, pero de gran diversidad. En algunos casos, la alteración en un gen podría ser suficiente para que exista el autismo, aunque en otros casos serían necesarios más de mil genes.3
Existe un gran desconocimiento sobre los factores no genéticos implicados en el autismo, aunque estudios en gemelos indican que su papel es relevante.3
Un incremento de la edad paterna o materna, incluyendo una edad más joven en las madres, se ha relacionado con el padecimiento. Por otro lado, fármacos, factores hormonales, inmunológicos u otros que alteren el ambiente uterino o el ambiente temprano posterior al nacimiento, también se han relacionado con cambios en la expresión de los genes.3
Si alguien es propenso a desarrollar TEA debido a mutaciones genéticas, determinadas situaciones podrían causar su manifestación; por ejemplo, una infección o el contacto con sustancias químicas en el entorno. Sin embargo, una persona propensa genéticamente podría no presentarlo, incluso si tiene las mismas experiencias.4
Otros factores
Los investigadores también estudian otros factores biológicos, además de los genes, los cuales podrían estar involucrados en el TEA. Estos incluyen:4
- Modificaciones en las conexiones cerebrales.
- Alteraciones del crecimiento o crecimiento excesivo de ciertas zonas del cerebro.
- Variaciones del metabolismo (el sistema de producción de energía del cuerpo).
- Cambios del sistema inmunitario, que protege de infecciones.
Una de las controversias más importantes del TEA reside en si existe una relación entre este trastorno y algunas vacunas de la niñez. A pesar de la vasta investigación, ningún estudio confiable ha demostrado que exista dicho vínculo.1
No hay manera de prevenir el TEA, pero existen opciones para abordarlo. El diagnóstico e intervención temprana son herramientas útiles que pueden enriquecer el desarrollo del lenguaje, las habilidades e incluso la conducta.1
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GCMA: PP-UNP-MEX-0575